Olga Jiménez. Redactora creativa
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El Valle del Jerte, prodigio de frondosidad y belleza, bien de interés cultural ubicado entre las montañas más altas de Extremadura, donde el trino de las aves, el siseo del viento entre las hojas y el fluir de las cascadas y gargantas ponen banda sonora a un paisaje incomparable engalanado con robledales, castaños y cerezos.

Tierra fértil bendecida por las aguas cristalinas del río Jerte que baña once pintorescos pueblos donde uno puede retroceder en el tiempo, paseando por barrios medievales y deleitar la vista con entramados de madera, adobe y granito propios de la arquitectura serrana.

Un olor evocador e irresistible nos invita a cerrar los ojos y seguir el rastro hasta llegar al banquete para los sentidos que supone la gastronomía del Valle del Jerte. Con sus raíces tradicionales aún presentes, aunadas de manera armoniosa con la innovación, logra transportarnos al corazón de las tradiciones, a la esencia de esta hermosa comarca de exuberante naturaleza, donde comer bien es un arte en sí mismo al amparo del inconfundible sabor jerteño de carácter rural.

La cocina tradicional vallejerteña de nuestros antepasados, practicada durante siglos por pastores y campesinos, partió de la austeridad a la que obligó un territorio duro pero generoso en la calidad de las materias primas. Hábilmente elaboradas con sencillez y aprovechando al máximo lo que la naturaleza ofrecía, nos brindan hoy día recetarios con identidad propia, transmitidos de generación en generación y aderezados con los infinitos matices que aporta cada pueblo y familia, dando un toque de distinción a una raíz común.

En ocasiones la gastronomía es motivo de reunión familiar. El olor a dulce y a pan recién hecho, resuena en nuestra memoria al recordar cuando los lugareños se juntaban en torno al horno del pueblo para hacer auténticas delicias. Roscas fritas, huesillos, perrunillas, floretas, buñuelos, pestiños, sapillos dulces de Semana Santa, etc. Un sinfín de dulces artesanales donde la miel, el vino, los frutos secos y el anís acarician nuestro paladar recordándonos la influencia árabe y judía.

Y en casa, las alacenas de nuestras abuelas eran un museo de conservas, almíbares de higo y de castaña, exquisitas confituras de frutas donde no podía faltar la cereza Picota y la frambuesa. Aceitunas guisadas, encurtidos, conservas en aceite de oliva virgen, escabeches y embutidos.

Lo que nos lleva a la tradición ancestral de la matanza del cerdo, animal emblemático criado entre robledales y encinares con un sabor y textura inigualables. Vamos, poneos el chambergo que nos vamos al pueblo y empieza a refrescar.

HAY TRES DÍAS AL AÑO PARA LLENAR BIEN LA PANZA; JUEVES SANTO, VIERNES SANTO Y EL DÍA DE LA MATANZA.

Cuando llega el frío se celebra esta festividad gastronómica convertida en símbolo de nuestra identidad y cultura, donde además de elaborar manjares embutidos que se degustarán a lo largo del año, era y es un motivo de reunión de familiares y amigos.

Dos días de mucho trajín al calor de una lumbre que desprende olor a especias. Donde las pruebas de la carne se acompañan de buen queso de cabra y pan reciente, todo ello regado con vino de pitarra y dejando sitio para unos ricos dulces con miel y un brindis con licores afrutados o aguardiente.

Las carnes de cerdo y cabra tienen una fuerte presencia en la dieta vallejerteña tradicional. Destacan sabrosas recetas de origen pastoril como las calderetas y otros platos con abundancia de especias y adobos que perfuman de orégano, ajo, pimentón a una carne jugosa que resulta irresistible.

Pero no todo procede de la tierra. En el río nos espera la trucha jerteña, adornada con sus peculiares pintas rojas. Una delicia versátil que se puede degustar en escabeche, frita, al horno, rellena con jamón y piñones, etc.

Los paseos en enero nos regalan campos cubiertos de escarcha brillante donde las grullas buscan semillas, y en las callejuelas huele a humo de leña y a guisos caseros.

Nada mejor para entrar en calor que un buen puchero, un guiso, unas patatas revolcás, un cocido o un caldito cocinado con buena materia prima y con tranquilidad, disfrutando cada hervor que culminará en gloria bendita para el paladar. Todo ello
acompañado de un buen cachino de pan.

¡Ay… el pan! ¿Cómo algo tan básico y sencillo es protagonista de grandes gestas culinarias?

Quién no recuerda el pan frito para desayunar, y las meriendas de pan con aceite o las torrijas de leche y vino. O las innumerables sopas donde el pan es la base común, pero ninguna sabe igual. Como las sopas de tomate, de ajo, de patatas, acompañadas de uvas o higos frescos. Y las sopas canas, receta típica de los pastores, que ponían a cocer el pan duro troceado con leche y agua, añadiendo un sofrito de ajos y pimentón de la Vera

Otro gran legado de nuestros pastores son las famosas migas con pimentón, acompañadas con torreznos y que, dependiendo de la mano de quien las haga, pueden también llevar patatas fritas, pimiento, huevo e incluso frutas como acompañamiento.

Y hablando de frutas. ¿No os apetecerían unas dulces cerezas? Pues estáis de suerte, se acerca la época perfecta.

MARZO VENTOSO Y ABRIL LLUVIOSO SACAN A MAYO FLORIDO Y HERMOSO.

Dicen que el buen comer y el caminar van de la mano en el Valle del Jerte, y llegando la primavera es un momento excepcional para hacerlo. Comienza La Fiesta del Cerezo en Flor.

Más de un millón y medio de cerezos en flor ofrecen, durante unos días, un verdadero espectáculo efímero difícilmente comparable. Un manto blanco recubre las laderas, delicadas flores que bien podrían ser nieve o algodón. Parece que el valle se pusiese sus mejores galas y perfumes florales para recibir a los numerosos visitantes.

En esta época hay un gran número de actividades y actos folclóricos en la comarca. Por ejemplo, se celebran las Jornadas Gastronómicas de la Cereza Picota, donde se pueden degustar menús en los que innovación y tradición están perfectamente ligadas. Se sirven creaciones originales con ingredientes tradicionales aderezados con nuestro
producto estrella, la reina de las cerezas, La Picota del Jerte, en salsas, gazpacho, confituras, etc.

El buen tiempo empieza a abrirse camino y nos insta a recorrer más rincones con encanto, nuestra especial orografía nos regala abundantes miradores donde las vistas de nuestros impresionantes paisajes de montañas, ríos y gargantas, son dignas de ser fijadas en la retina.

TARDE O TEMPRANO, POR SAN JUAN ES YA VERANO.

El Valle del Jerte esconde tesoros idóneos para cada estación. Cuando el calor del verano empieza a apretar, es el momento de conocer de primera mano por qué a esta comarca también se la conoce como El Valle del agua.

Tras las abundantes lluvias de invierno, el generoso río Jerte nos tienta a refrescarnos en cualquiera de sus numerosas piscinas naturales y gargantas habilitadas para el baño, con aguas tan frías como cristalinas.

Nadar contemplando la exuberante vegetación, mientras libélulas y pequeños peces juguetean cerca de ti, no tiene precio.

Uno de los iconos del valle, es la Reserva Natural Garganta de los Infiernos y concretamente Los Pilones, una zona de baño natural con pequeñas pozas talladas en el granito, que forman parte de este templo del agua. Una obra maestra que la
naturaleza, con habilidades escultóricas, ha ido creando con la fuerza del agua durante
miles de años.

Un baño aquí es un privilegio que no deja indiferente a nadie por su excepcional belleza, además de garantizar la diversión, pues recorrer sus marmitas de gigante y toboganes es lo más parecido a estar es un aquapark natural.

Cuando entre el hambre después de un buen chapuzón, podemos optar por un picnic en cualquiera de estas piscinas naturales con un gazpacho de poleo fresquito, una
ensalada de naranja y un zorongollo de pimientos, o por una jugosa pieza de carne a la parrilla en el Restaurante Río Jerte perteneciente al grupo de confianza Abrasador.

Aquí podremos encontrar platos donde la tradición y la innovación van de la mano, incorporando sabores nacionales e internacionales, llevando siempre por bandera la máxima calidad de las materias primas. El producto estrella es la carne de crianza propia en las dehesas extremeñas y toledanas.

Está en Navaconcejo, situado en un paraje natural idílico, a escasos 10 minutos en coche de la Garganta de las Nogaledas, una ruta que nos lleva a descubrir cinco impresionantes saltos de agua escondidos entre la espesura de bosques de robles, castaños, alisos y laderas de cerezos. En su conjunto, con las imponentes cascadas componen un auténtico espectáculo para la vista, digno de cuento de hadas.

MARZO TRAE LAS HOJAS Y NOVIEMBRE LAS DESPOJA.

La transformación de la naturaleza en otoño es mágica, y merece ser vivida desde dentro. El otoño jerteño es un regalo para los cinco sentidos.

El Valle del Jerte es un lugar sin igual para dejarse hechizar por los vibrantes tonos ocres, rojizos y amarillos que tiñen bancales de cerezos y bosques poblados por robles y castaños. Una alfombra mullida de hojas multicolor nos brinda sonidos a cada paso, acompasando el trino de pinzones y ruiseñores que nos invitan a adentrarnos en los pintorescos rincones naturales cargados de riqueza y grandiosidad.

Estos encantos pueden recorrerse a pie, con calma, acariciando el musgo que crece en las rocas y apreciando el entramado caprichoso del liquen que recorre las cortezas de los árboles.

Caminantes, os esperan múltiples rutas de desbordante belleza, con solana y umbría para elegir, donde generosos saltos de agua, gargantas y cascadas os aguardan para refrescar vuestros pies. Digna de mención es la Ruta de Carlos V, que parte de nuestro valle y llega a la vecina comarca de La Vera, siguiendo los pasos del Emperador Carlos V en su viaje hacia el Monasterio de Yuste.

Gusto y olfato serán igualmente satisfechos.

El menú incluye cultura popular y tradiciones, pues desde principios de noviembre hasta mediados de diciembre, vecinos y viajeros pueden disfrutar de la Otoñada, con actividades culturales y festivas para todos los gustos donde podréis disfrutar de una calbotá, donde el olor y el sabor de nuestras deliciosas castañas asadas os irá abriendo boca.

Después, se os hará difícil elegir entre las fantásticas propuestas gastronómicas que proponen los mejores restaurantes de la comarca en las Jornadas Gastronómicas Pastoriles.

Encontraremos menús preparados con productos de temporada de la zona, como naranjas, granadas, pasas, castañas, carnes y truchas, elaborados con mucho mimo para rememorar la tradición gastronómica pastoril.

Y no nos podemos olvidar de los tesoros que se esconden entre los pinares y robledales del valle, ¡las setas! Aquí abundan en cantidad, variedad y por supuesto, calidad. *

Alimento presente también en los menús de tinte pastoril, y absolutas protagonistas en las Jornadas Micológicas, donde nos ofrecen la posibilidad de recolectarlas, acompañados por especialistas que nos darán a conocer los secretos para llevarlas del campo a la mesa sin riesgos y con un resultado para chuparse los dedos, que podremos comprobar saboreando las tapas y un menú con corazón micológico.

Ya se sabe, barriga llena, no siente pena. Y aquí, en el Valle del Jerte, vuestros sentidos serán colmados de belleza, recuerdos y sabores que, sin duda, querréis volver a vivir.
¡Os esperamos!

A los afortunados que vivimos aquí, nuestra tierra nos invita a redescubrir tradiciones y rincones ya escondidos en la memoria que nos encogerán el corazón al volverlos a recorrer.